miércoles, marzo 29, 2017

Café para todos... ¡aunque no nos guste!

¡Lo han conseguido una vez más! Los políticos de este país me siguen sorprendiendo... Si es que, en el fondo, soy una ingénua...

Tal vez se pregunten a qué viene esta reflexión y es muy sencillo. Una, que ya tiene “cierta” edad, todavía no perdió la memoria y recuerda, como si fuera ayer, cuando los nacionalistas catalanes pretendieron cambiar la división territorial de Cataluña, pasando de cuatro provincias a siete veguerías. El asunto terminó en el Tribunal Constitucional que tiró por tierra las aspiraciones nacionalistas. “El TC dará la opción de llamar veguerías a las provincias y Consejos de Veguería a las Diputaciones provinciales siempre que se respete la actual delimitación geográfica” (http://www.abc.es/20100709/espana/v...).

Sin embargo, lo que no se permitió a los nacionalistas catalanes, circunscrito a su territorio, se ha convertido en una reivindicación de Ciutadans (partido de derechas nacido en Cataluña, no lo olvidemos) para TODO EL ESTADO, una vez más en un intento uniformizador que para nada tiene en cuenta la idiosincrasia de otras regiones, ni el respeto por sus habitantes. Pero, lo que es más alucinante, la idea ha sido prohijada por el PSOE como si fuera propia y llevamos tiempo viendo que se ha convertido también en una de sus reivindicaciones.

A este respecto recomiendo la lectura del artículo publicado, hace poco más de un año, por el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de León, Francisco Carantoña, titulado “Provincias y diputaciones: ni recientes ni prescindibles”. Si bien del tenor del mismo parece desprenderse que en caso de desaparecer las diputaciones la única que perdería su identidad sería la provincia de León, cosa que no podemos compartir ya que el “Y León” del nombre de la autonomía se refiere tanto a ella como a las otras dos provincias leonesas de Salamanca y Zamora, el citado artículo es interesante y esclarecedor en otros aspectos.

Me recuerda a los primeros tiempos tras la muerte de Franco en los que, por decreto-ley, y siguiendo el modelo catalán, el “avispado” legislador nacional decidió que el Jueves Santo tenía que ser laborable y el Lunes de Pascua tenía que ser festivo, sin el más mínimo respeto por las regiones en que el Jueves Santo es uno de sus principales días de procesiones y el Lunes de Pascua es un día totalmente anodino.

Y aquí viene el sentido del título de esta nota (que también podía haber sido “Sobre diputaciones e identidades”) ¿por qué lo que desean los nacionalistas catalanes es “malo” si sólo pretenden que se les reconozca una división secular de su territorio y sin embargo es “bueno” cuando otra fuerza política catalana (aunque nacionalista española) pretende imponérnosla a todo el estado? Sinceramente no se puede enterder o... ¿quizá sí?

¿Cómo es posible ese afán uniformizador que a lo único que puede conducir es a crear agravios comparativos entre distintas zonas y a la creación de todavía más problemas territoriales a corto, medio y, sobre todo, largo plazo?

¿Cómo es posible que todas esas “cabezas (mal)pensantes” no sean conscientes de que la mayor fuente de independentismos radica siempre en la privación de derechos e instituciones y en la negación de una diversidad que, por mucho que se empeñen en negar, existió, existe y existirá?

Y sobre todo ¿cómo es posible que cuando se habla de las diputaciones, esos políticos nacionales “con tan gran sentido de estado” (ufffffff no sé cómo soy capaz de escribir esto sin partirme de la risa) “se olviden” de que las provincias están recogidas en la Constitución (tan sacrosanta según sus decires en otras ocasiones) y de la doctrina del TC (tan de moda cuando sus dictámenes les convienen)?


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